sábado, 12 de agosto de 2017

Veraz y verdinegra Última aventura erótica del viejo embajador

Veraz  y  verdinegra  Última aventura
erótica  del  viejo  embajador 

INTRODUCCIÓN:

Cosa  extraña  ésta  de  envejecer,  querida.   Por  favor  ayúdame  a  no  ser  un  viejo...no  conozco  del  arte  de  atardeceres.   Me  rehúso  a  tener  blanca  la  barba,  rosácea  la  calva  y  no  quisiera  arrastrar  los  pies..... No  usaré  bigote  para  que  el  bosque  de  Hull,  resplandeciente  de  hielo,  trepe  con  su  nieve  a  mis  contraídos  labios,  molestándome  con  la  triste  obsesión  de  que  pareceré  Santa  Claus,  por  lo  que  tendré  que  carcajear  cuando  tenga  ganas  de  llorar.....porque  es  con  el  adolescente  que  se  ha  resistido  a  dejar  de  serlo,  con  el  que  la  vida  se  refocila  obligándolo  a  cometer  ridiculeces.... Y  la  inevitable  confrontación  con  las  pubescentes  candorosas  verdaderamente  me  atormentaría,  me  angustiaría,  me  mataría  ¡de  una  vez  y  para  siempre!.....Y  lo que te contaré  pasará fatalmente,  si  permites  Pilarica,  que  llegue  a  vejete...

Nos permitimos insertar aquí el comentario que hace sobre esta primigenia obra, el académico de la Lengua, José Rogelio Álvarez, y miembro de número, también, de la Academia Nacional de Historia, además de haber sido el director , editor y luego coeditor, con la SEP, de la afamada ENCICLOPEDIA DE MÉXICO:
                                                            mailto:livrock@prodigy.net.mx
  Álvarez, José Rogelio, Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua, Correspondiente de la Real Española, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Director de la ENCICLOPEDIA DE MÉXICO.,  prólogo a la obra inédita,  Churubusco, abril de 1992, "Comentarios a dos cuentos de mi distinguido amigo Lívingston Denegre-Vaught". Continuación a los cuentos de Lívingston Denegre-Vaught:
"...Algunos períodos de este cuento alcanzan alta calidad literaria..."
"Para fundar el orgullo que le suscita ese legado, el autor se remite al semanario Iris que don Jorge publicó en Ciudad del Carmen a mediados de la década de los años treinta. En esa época y en la provincia, era frecuente que un solo hombre, movido por el noble impulso de expresar su verdad, desempeñara los oficios de reportero, redactor, editorialista, publicista y director de una publicación. Si el convertir estas tareas en una es de suyo admirable, mayor encomio merece que su ejecutor haya sido un joven de 17 años de edad. Asociado a la precocidad, sorprende encontrar en las páginas de aquel impreso el sabio balance entre las buenas y malas noticias: aquéllas, las informaciones siempre útiles que contienen los anuncios y éstas, los sucesos que ordinariamente conmueven a la sociedad, aunque la principal orientación del editor responsable era la crítica al mal gobierno. Se combinan así los llamativos reclamos publicitarios en verso, las notas rojas y las censuras a los "vampiros civiles". El autor exalta el talento y el valor de su padre, cuyos pronunciamientos democráticos le costaron el destierro. 
"Lívingston maneja a contrapunto pasajes de su propia vida y capítulos de la biografía de Don Jorge. Por eso aparecen en su prosa cortes sorpresivos, escenas que se van ligando a saltos, contrastes que acentúan la distancia y a la par estrechan la proximidad de uno y otro destinos. A los párrafos en que imperan el riesgo y la violencia, siguen otros que reproducen la morosa delectación de quien recorre con avidez una biblioteca y va asomándose a los libros con el ánimo predispuesto a los hallazgos afortunados. En un ámbito así se inició la placentera, trabajosa y bienhechora tarea de don Jorge como lector, librero, animador de tertulias, abogado, bibliófilo, editor, autor y desinteresado orientador de todos cuantos han querido penetrar o andan perdidos en el infinito mundo de la letra impresa.
"A estas noticias evocadoras, sigue un estudio de contenido del periódico Irisen cuyas páginas sobresalen las impugnaciones al reyezuelo local, a los caciques y al señor dueño del Estado, pero intercalados en este análisis el lector encuentra referencias, reflexiones surgidas por asociación de ideas, incorporadas al discurso según las van empujando los recuerdos...Esta parte de la obra presenta en caleidoscopio la vida de Ciudad del Carmen hace sesenta años,  rinde homenaje a don Jorge y revela varios aspectos de la personalidad de Lívingston, escritor deliberadamente descuidado y a menudo efectista, experto en medios de comunicación, profesor universitario y agente diplomático en el exterior, de cuya experiencia derivó su gran amplitud de criterio."
"Un Tríptico Erótico" cierra esta colección de textos, en buena medida autobiográficos. Tras un examen de conciencia y una explicación de su conducta literaria, rinde el testimonio de quien reaparece después de haber quemado sus libros y de purificarse en ése y otros fuegos, aunque sólo en apariencia, pues el rescoldo de la pasión carnal, brasa que arde bajo las canas, vuelve a encenderse al contacto visual de una bella mujer desnuda."
"Subyacente a los argumentos que desarrolla, el autor ofrece un repertorio de modalidades eróticas: amor conyugal, paternal, filial, lascivo, homosexual, onanista, venturoso o frustráneo, real o ilusorio, pero sobre todo-- ¡al fin Lívingston!-- el amor a sí mismo, ostensible en el constante uso de la primera persona del singular y al margen de los géneros-- cuento, carta, memoria--, este libro contiene las experiencias amorosas y literarias que han movido la pluma del escritor."
JOSÉ ROGELIO ÁLVAREZ.
RÉPLICA DESDE INTERNET AL PRÓLOGO DEL ACADÉMICO DE LA LENGUA, el enciclopedista DON JOSÉ ROGELIO ÁLVAREZ:

… Y  aunque  mi  ilustre  prologuista,  don  José  Rogelio  Álvarez,  opine  que  tengo  un  amplio  criterio  nacido  de  mi  experiencia  diplomática,  debo  confesar,  desde  luego,  que  también  y  fundamentalmente  me  inspiro  mi  experiencia  en  México  :   a  través  del  espeluznante  grito  con  pelos  y  señales  bárbaros  de  los  graffiti,  experiencia  muy  triste,  sufrida  en  oscuros  excusados  malolientes,  coloniales,  de  la  anciana  Secundaria  Número  Uno,  enclavada  en  la  Merced,  por  ejemplo.   Tengo,  evidentemente,  amplia  experiencia  pero  también  una  muy  enraizada  e  idealizada  ética.  

Si,  aunque  lo  dude, Rogelio:   soy  profundamente moralista,  reverencio  el  ideal  ético  y  moral  y  por  eso  he  combatido  la  moralidad  perversa,  la  utilitaria,  la  hipócrita  y  gazmoña.   La  rigidez  es  la  túnica  que  se  desgarran  los  hipócritas.   Sí:   debemos  mantener  muy  alta  la  ética.   Y  una  ética  que  encierra  nuestra  voluntad  y  libre  albedrío  en  un  reglamento  dizque  de  valores  permanentes  es  una  farsa.  El  bien  es  inmenso.   Por  eso  Flaubert  escribió:   “  el  ideal  sólo es  moralmente  fecundo  cuando  se  hace  entrar  todo  en  él.   Es  un  trabajo  de  amor  y  no  de  exclusión  “.    Y  su  Madame  Bovary  es  un  ejemplo,  a  pesar  de  toda  la  infidelidad  y  amoríos  adúlteros,  de  la  inmortal  heroína.


Epígrafe suplicante:
                  

Cosa  extraña  ésta  de  envejecer,  querida.   Por  favor  ayúdame  a  no  ser  un  viejo...no  conozco  del  arte  de  atardeceres.   Me  rehúso  a  tener  blanca  la  barba,  rosácea  la  calva  y  no  quisiera  arrastrar  los  pies... No  usaré  bigote  para  que  el  bosque  de  Hull,  resplandeciente  de  hielo,  trepe  con  su  nieve  a  mis  contraídos  labios,  molestándome  con  la  triste  obsesión  de  que  pareceré  Santa  Claus,  por  lo  que  tendré  que  carcajear  cuando  tenga  ganas  de  llorar... Porque  es  con  el  adolescente  que  se  ha  resistido  a  dejar  de  serlo,  con  el  que  la  vida  se  refocila  obligándolo  a  cometer  ridiculeces... Y  la  inevitable  confrontación  con  las  pubescentes  candorosas  verdaderamente  me  atormentaría,  me  angustiaría,  me  mataría  de  una  vez  y para  siempre… Y para decirlo otra vez,  ésto  pasará ciertamente, Pilarica,  si permites que  llegue  a  la  vejete:  Me abandonarás y te irás con un mozalbete a retozar los últimos días de tu juventud senil. Velo:

Veraz  y  verdinegra  Última aventura  erótica  del  viejo  embajador

¡ LLEGUÉ  A  LOS  69!   Hace  mucho  que  percibí  por  vez  primera  la  línea  de  sombra.  La  atravesé  con  un  estremecimiento  y  pensé  entonces  en  las  regiones  encantadas  de  mi  juventud.   Y  supe  que  ya  quedaban  a  mi espalda.


Y  escribía—sobre  el  cinturón, por  un  extraño   capricho--,  la  lista  cuidadosa  de  las  mujeres  que   había  hecho  el  amor conmigo.

Cuando  mi  esposa  libanesa  se  fue  a  Mérida,  agobiado  por  los  tramites  del  No—Divorcio,  permití  que  viniesen  académicas, investigadoras,  bailarinas,  pintoras,  actrices,  intelectuales  del  jet  set,  psicólogas  y, 
¡  bueno¡,  hasta  matemáticas,  físicas  y  ¡cirqueras!
        
Anoté  69,  en  un  breve  periodo,   y  llené  el  cinturón  ¡Talla  34!   Me  acostaba  con  una  rubia  en  la  mañana,  con  un  gorda  en  la  tarde  y  con  una  delgada  chiquitiquita    al  anochecer,  (  porque,  ¿  sabes  ?,   siempre  preferí a  las  niñas  esbeltas  ).   A veces,  las  tres  coincidían  y   organizábamos  una  fiesta orgiástica.   Llegué  a  amar  simultáneamente  a  tres  Magdalenas  de  muy  diferentes  edades.   Mujeres  que  había  conocido  toda  mi  vida,  y  que  jamás  desee,  ahora  se  convertían  en  mis  amantes....efímeras,  inconstantes  e  insatisfechas.    

Y yo que las he adornado mejor que nadie con brillantes stendhalianos, las hallo mediocres ahora. A los 20 me parecían sublimes. Y las hubiese merecido por mi dedicación excesiva a lo erótico y la demasiada importancia que siempre di a la pasión sexual.

Pero, esas heroínas no estaban más que en mis libros. Y hoy me reprocho por las amantes que no había tenido y que ya no tendría jamás…

Porque Ivonne y Jackie –la última posibilidad que me habría salvado de ir como Proust a la recherche du temps perdu— se había ido una a París y la otra a Aberdeen, perdido,,,
Y ahora creo que veo las cosas y los seres como son.

Pasé un buen tiempo viendo fotos y leyendo las cartas de mil trescientas nueve mujeres de todas las complexiones, edades, creencias, razas, nacionalidades, en fin, que imaginarse pudiera. Revivía el instante de un modo, ¿cómo diré?, frío, indiferente, detachedSus promesas, confidencias y ardientes declaraciones no me llegaban conmover. Las oía susurrantes  y melosas y,  luego, me acordaba de sus infidelidades o postrer acto de traición. Al mirarlas con objetividad,, no podía envanecerme su estulticia, así me llamaran su “Ivanhoe”. “el hombre de los ojos más bellos del mundo”…

Aún recibo cartas que inflamarían el orgullo viril de cualquier muchacho. Me encontré con la nieta de un gran escritor yucateco. Colaboró conmigo en Bellas Artes en mi época de Director del Instituto. Vende la obra de un famoso pintor español que le dio en retratar a guapas regordetas uniformadas de futbolistas. Me llevó a su Penthouse  y  sirvió unos platillos hindúes de excelente confección. Fue atrevidamente erótica. Casi me propuso matrimonio. Y esto fue lo que me entregó al día siguiente:

“Después de nuestro encuentro nocturno, hoy la pasé dándole vueltas a la imaginación y recordando tantos pasajes pasados de la realidad y de la mera fantasía. Mas esos pasajes los tengo presentes, vibrantes, llenos de  misterio, de vida, de locura, de erotismo, desafiantes y clamando libertad. Más encantadores aún, <Aquí una palabrita casi irreconocible>
cargados de detalles nuevos de la imaginación de un pintor, pero tan profundamente sentidos que de luego (sic) pasará a la realidad. (Aquí están tachados, tímidamente los términos “estar juntos again.”


“Son recuerdos que me resultan gratos que ya toda esta mañana me costaba trabajo no sonreírme continuamente. Y yo, una persona aparentemente lenta, pero rápida y ágil con la mente, en vísperas de uno de mis derroches y pasatiempos favoritos, las grandes fiestas, donde le propongo a la gente y a mis amigos que tan sólo por unas horas dejen todos esos rollos que adoran fabricarse y que disfruten de la comida, el vino, la plática, la amistad y ese juego que todos jugamos del erotismo que se manifiesta tan claro cuando se está contento y uno se siente atractiva, interesante y hermosa.”
“Así se venía a mi mente el recuerdo de dos misteriosos personajes: Ivanhoe, gran héroe de las Cruzadas, romántico galán que todo lo podía y todo lo solucionaba y…<aquí mi nombre con letrotas>  atrevido y osado personaje que me llenaba de curiosidad y miedo y entre más miedo más llamaba mi atención. Era valiente y libre y proponía osadamente el juego erótico. De ahí que se hiciera volar mi imaginación. Yo era una niña. Me asombraba. Sentía y pensaba, mas sin claridad. Ahora, diez años después, se en carne propia que el móvil más profundo e intenso es el erotismo en todas sus variantes, una de ellas el amor ya que es la gratificación por excelencia de la vida. Pero tú, Lívingston e Ivanhoe, ya eran un mito fantástico.  ¡Y de repente!... mi héroe aparece una década después.”

“ Yo remuevo tantos recuerdos felices y misteriosos. Me excita toda la fantasía y siento ganas de contar a todos mis amigos el retorno del escritor neuroerótico; hacer un gran ruido y proclamar de nuevo ese tiempo de escándalo.”

“Me imagino al mencionado escritor y su retorno triunfal, entrando glorioso, vanidoso, presumido, insoportable, con diez años más de sabiduría y experiencias eróticas, igual de físico, con un cuerpo sabio, lleno de aciertos y el pelo elegantemente plateado ¡y qué desilusión!”

“Me encuentro con un héroe como fatigado, que se presenta a sí mismo diciendo que está viejo y cansado; un Ivanhoe sin la chispa del escándalo y la audacia; manso, lleno de excusas para justificar la falta de confianza en sí mismo; lleno de miedo y límites, donde su cuento para explicarse es el problema más antiguo de la humanidad, el no poder renunciar a la manada (tal cual), enredado con sus problemas… ¡Ah! Y dentro de la manada luchar hasta lograr el importante lugar del conductor, ¡Oh Moisés!, ¡Oh  Pater Noster!: ¡¡¡Reverenciemos a la más antigua institución, la manada!!!”

¿Por qué la gente, cuando la sabiduría infinita de la naturaleza nos ha hecho tantos miles de millones en tantos miles de años y en tantas razas, (¡y todos tan diferentes!), quiere siempre pertenecer a grupos! No lo quiero creer: tú diciendo: “Soy hombre institucional, de ideas y metas similares…<sigue una línea ilegible, llena de indignación, seguramente)  

¿¿Por qué no das libre vuelo a ese precioso don de tu personalidad egregia y dedicas la mayor parte del tiempo de tu vida a ti mismo??”

¿Por qué no vuelves a sorprendernos a ser escandaloso y alucinante, valiente y agresivo y dejas para demás todo lo demás y a tu sagrado lugar de Pater?

“¿Por qué—querido Ivanhoe--, cuando te recuerdo como una gente excepcional, que odiabas lo vulgar, lo corriente, un tipo muy especial… y quiero decir a mucha gente que te volví a encontrar, cuando quiero anunciar a gritos y con fanfarrias el escandaloso retorno del escritor erótico, me reprimes, me limitas y me callas?”

¿Por qué, si esto me motiva una especial emoción, me reprimes,
no me dejas ser…?  ¡Y así no se va a poder…!”

“Yo no quiero límites… tardé muchos años en valorarme y en darme valor para vivir mi vida a mi voluntad. Muchos años tardé en entender que a las gentes diferentes, audaces y sensibles no les va la represión de la institucionalidad.”

“Sólo quiere que nadie me limite , para todos los días ser mejor, para de vez en cuando compartir y nunca reprimir….”


“¡Cómo me motivó el encuentro con el legendario Ivanhoe-Wahington-Irving Stone”  que hasta escribí!”

“Buenas noches.”

P. D.

“¿Será la primera de muchas?”

“… ¿la primera y la última?”

“Hasta la fiesta de mañana”.

“Anexo mi currículo y referencias personales”.

Y sí, me puso que hablaba varios idiomas; que era “maravillosa chef” y que domina la cocina italiana, francesa, española y china, japonesa, judía, árabe y más.  “Y se impuso grado superior en sexología”.

En aficiones: “leer y coleccionar obras de arte; principalmente, organizar fiestas”.

Venía adjunta invitación: “para reintroducir al gran escritor neuroerótico y mi próximo novio”.

A una sociedad alta. La fiesta era en casa de un prominente personaje de la aristocracia. Puso también el teléfono.

Nunca fui.

·        Fue la última comunicación de la chiquitiquita. Cuando, al fin, la vi, fui como quería: “insoportable, atrevido, osado, valiente y libre”… ¡Y sí, le inspiré tanto miedo que ridículamente huyó a toda prisa, y para siempre, de mi vida institucionalizada.

Otra joven francesa, médica de la Sorbona me escribió una carta tan larga que parecía un libro. Nunca la he leído pero, ha aterrorizadas ojeadas pude percatarme que se proponía ayudarme psicológicamente a ser feliz, feliz, feliz…<es todo lo que pido en esta despedida, no pudo.., ser, por más que…>

No quiero sonar pedante ¡Es que aunque la Favreau era muy inteligente y la quise mucho, como amiga, me agobiaba su erudición y su meticulosidad para abordar racionalmente cualquier tema. ¡Nunca he soportado a la mujer intelectual! Es cuestión personalísima. Y aunque era bella, no más hablaba, con su español madrileño, perfecto, ¡y me inundaba una impotencia temporal, protectora y perentoria! ¡Por favor, sexo sin seso!

Me he endurecido, paulatinamente. Me he vuelto cruel, egoísta y extremadamente desconfiado. No estoy amargado pero, ¿y cómo creer en la bondad, moral y perfección de las mujeres bellas, cuando se ha amado a una de día, más de un día?

¿Voy a creer en su desprendimiento y generosidad cuando las he visto centenares de veces sacrificar cualquier noble ideal por mezquinos y extremadamente pragmáticos intereses?

Mi penúltima esposa destrozó la integridad familiar para irse a administrar su hotel, cine y negocios. Se llevó a nuestros hijos. Fui a buscarlos, inútilmente.

Poco a poco todos volvieron a mí. Y, ahora, uno está en Vancouver, otro en Houston, la otra, mi queridísima primera hija se fue a vivir en un apartamento, con una amiga en la misma ciudad <y con  la misma gente… ¡huyuyuy!>, Mérida, pero lejos de su madre. Sé que se porta muy bien pero, ¡¡¡sufro mucho con esta desintegración!!! Luego, mi adorada Luisita llegó hasta mi casa y a los 18 años permaneció  a mi lado para estudiar el primer año de su carrera de abogada.
Y ¿voy a creer en el progreso cuando he constatado en mi larga vida de política  difícil que ningún cambio violento triunfa?

Que, ¿no sé bien que las antiguas costumbres y las tradiciones y ceremonias frágilmente nos aseguran el abrigo de la decencia, la cultura y la civilización?

No más…

¿Para qué luchar?

¿Para qué salir de mi casa al estudio de televisión? Ya no quiero comentar nada… ¿Y para qué saltar de la cama y para qué vivir?

Antes, iba a nadar, correr, hacer ejercicio y pesas al club, todos los días. Me importaba cuidar mi figura atlética.

Miro el desnudo que me pintó la Pardo  y comprendo que difícilmente volveré a tener ese cuerpo deportivo. Mi abdomen voluminoso se resiste a someterse al yugo de la faja para poder cerrar el pantalón.

Hace casi 36 años me describí—sagazmente, supuse—a los 69 años de edad. Ahora acabo de cumplirlos y comprendo que me quedé muy corto de los achaques de la vejez.

No tengo todavía enfermedad alguna, pero desfallezco de desaliento. Veo lo que he hecho. Tengo cientos de álbumes de recortes, fotografías, pergaminos, constancias, diplomas y escritos. ¡¡Mentira!! Nada de lo que dicen que hice, fui. Así, nada que deshice, creé o dejé de creer valió la pena. Ni una sola línea de crítica merecía mi pobre obra.

He duplicado la edad de Lord Byron y de Mozart y tengo más del doble que la de Keats y todo mi trabajo no iguala siquiera una de sus piezas.

Me  consuelo  pensando  que  se  permite  vivir  más  de  200  años  a  una  tortuga  o,  quizás,  poco  menos  a  un  loro.

Tengo  un espejo enfrente. También una fotografía reciente. Mira cómo se han empequeñecido   los ojos que Perla decía eran los mas grandes y negros. Observa la sonrisa…. Más que una sonrisa paréese un gesto cínico escéptico y acerbo!

¡Me doy lástima!

-- Yo me parezco cada día más al viejo que magistralmente pintó Silvia junto a su espléndido desnudo. Mas, también me conformo pensando que ella misma no tendrá ese hermoso cuerpo que nunca toqué….. Este es un pensamiento mezquino que debo rechazar de inmediato.

Y ahora comprendo.

Alberto padilla, ese perspicaz y agudo psicólogo, me dejó perplejo. El rostro del desnudo de Silvia es igualito al mío. Pero, estoy encuerado frente a ella, ahora. A su lado está una preciosa judiíta. No aparecerá en ninguno de los desnudos: ni en el mío ni en el de ella. El rostro semejante al mío es en el que Silvia mece al decrépito anciano que ahora soy. Ambos llevan el año del 69, que aparte de su significado sexual es el referente a  la fecha de las magistrales obras. Vuelvo a la nena que nos contempla con deleite y morbo. Sonríe enigmáticamente. Están encendidas sus tersas mejillas.  ¡Le brillan los claros ojos!.. ¡¡Cómo los dilata… mantiene su espléndida sonrísa!!  Yo permanezco serio, amedrentado, triste...  Flirt sui generis.

Me cuenta: “Anoche soñé que estaba en una plaza de toros…. De repente, el torero abandona el ruedo… Repta por las graderías…. Llega hasta mi… Comienza a desgarrarme el vestido… Arroja el traje de luces a la multitud enardecida…  Me encuera… Me viola, y tras él vienen todos los integrantes de la cuadrilla; luego ya en cuatro patas, me llega el toro con una verga descomunal y estoy dando vueltas y revueltas en la cama cuando me está poseyendo el espectador número mil… Estoy empapada en sudor y en ríos interminables de orgasmos...”

Y sus ojos destellan salvajemente…. Y yo permanecí inmutable bajo el fuego…

Ahora sé que el cuento verde tenia la intención maliciosa de que tuviera una erección… ¡y así me retratara Silvia!

¿Por qué?...

Ese día estuve inconmovible en casa de Silvia.

 Pronto visité a la beldad rubia en su hogar. Fue amable. Me dio a entender que estaba felizmente casada y que aquella vez le prestó un servicio especial a la notable pintora. Se mecía  en una encantadora canasta que colgaba del techo de la lujosa sala; las piernas torneadas y ligeramente velluditas ejecutaban un movimiento coqueto y seductor para columpiar a esa voluptuosa soñadora.  De repente, da un salto.  Con un mohín me da la puntilla y la puntilla:

-- También te confieso que me inspiras miedo.

¿Y el toro, el torero y la inmensa afición?...

--¡Oh!, my dear¿no entiendes que fue sólo un sueño… un juego… se trataba de excitarte para lograr un cuadro inmortal… ¿no captas my boy? …. Además, mi amiga Silvia también siente un poquitin de sobrecogimiento y timidez… por ti… ¡nunca había pintado a un varón in purisbus…!

Mas aún, in person nunca había visto desnudo mas que a su exesposo….

Yo lobo feroz, orgullosamente solitario, fui respetado hasta que todavía pude atrapar a una presa.  Entonces , los amargados eunucos me maldecían y pronosticaban que perdería toda tribuna por mis furibundos ataques parlamentarios. Y tal como Akela, el lobo de Kipling, el día en que cargado de años, mi última gacela se mofó de mí llamándome zorro plateado y cretino retirándose satisfecha antes de alcanzar mi orgasmo, se escapó entre las risotadas desbordantes mi potencia para el sexo de pareja ocasional. A Dios gracias! Eso me salvó de la indignidad de morir de sida. Pero, quedé traumado. ¡¡La joven bestia me dio el remate!!

Ni estoy desdentado, ni solitario. Tengo nietos y nuevos hijos.  Mi consentida de todos mis trece vástagos - - aparte de Luisita--, es una chiquita rubia y de preciosos ojos azules y escocés , de apenas nueve meses, vivaracha y terriblemente traviesa y simpática. La llame Alice, por que me sentí in wonderland, y deseo con toda el alma que siempre viva en el país de las maravillas.

Pero vivimos en el de la cruel maledicencia. Los vecinos me miran, con suspicacia. Me cuentan los chismes. Llegan al extremo de dudar inclusive, de mi paternidad.  Me llaman abuelo, provecto, anciano, carcañal, senil, decrépito, chocho, machucho, y setentón.

Cuando oigo hablar de la tercera edad, yo pienso que debo estar en la décima, cuando menos. Me contaba mi abuela que a mi antepasado Livingston un aterrorizado jefe le suplico por un tinte para el cabello: “Si ven que envejezco, me sacrifican”.  No llegarán a tal grado quienes me rodean. Pero en la cátedra, en la conferencia y en el discurso publico conocí el método primitivo y bestial de retirar a los destartalados intelectuales.. “!esta acabado ¡” sentencia a muerte. Se sabe la gerontocracia is absolutely finished.

No resulta cursi decir que hay silencio del corazón, determinante del silencio del espíritu. Tan débiles  mis latidos son que le cuesta mucho esfuerzo al doctor Francisco Vargas captar el ritmo cardiaco con poderoso estetoscopio.

Vejez tirana que prohíbe, bajo pena de muerte, los placeres de la vida Y el más vivo de todos: el del amor.  Porque el castigote de los que han amado demasiado a las mujeres, es el de anhelarlas siempre. Lo saben ellas.  Me está pasando lo que a  mi propio padre.  Mi corazón se ha disecado extrañamente. Me falta la sangre; el deseo físico que proporciona a las pasiones el apoyo natural…

Pago, ahora mis alardes MACHISTAS,  tales como proclamar que uno debía mojar el pene en el tintero para escribir literatura  que reviviera la carne la sangre y las primigenias conmociones.

Y, ¿Cómo voy a amar, si cuando hablo las jóvenes bostezan y se intercambian entre sí sonrisas de inteligencia y miradas carentes de indulgencia?

Olvidado por azar,  como,  bebo,  duermo, velo, leo y escribo. ¡Hasta fornico, pero no vivo!

Pido nada más tranquilidad y ésa podría ser perfectamente la muerte. Mas esperándola hay que vivir, es decir, gastar completamente las menguadas energías vitales. Y hablo, porque siento necesidad de gastar los pulmones llenos de humo de tabaco de pipa, de smog, y de espesas mucosidades.

Sé que he cumplido pobremente mi misión en esta vida, y ahora sólo memento morimiserable.
 
Ayer, vinieron varios estudiantes de la Universidad, filmamos una escena en que uno de ellos me degollaba. Esta morbosa escena, con sangre artificial, una rarísima arma, lentes oscuros y traje negro del asesino, en contraste con el blanco que me obligaron a poner, Les regocijó muchísimo. Yo no pude dormir. Dice mi esposa que saltaba violentamente.

¿No que  quieres morir? Sólo la simulación del asesinato te deja tembeleque y asustado…”

Eso dijo con desdén mi mujer bravía, de 20 años…

No repliqué porque entonces llamó el chofer para anunciarme que me esperaban abajo en el Cadillac.
Y yo ya estaba listo, porque había esperado cuatro horas exactas. Di mi maleta a Javier. Abrió la puerta trasera. Supe entonces que mi hija no estaba sola:

--Te presento a Sherry.

Pudo darme el nombre completo. Poco me importaba. Sí me molestó que secamente me invitara a pasarme al asiento delantero. Ella y su amiga querían viajar con absoluta comodidad (no con un vejestorio interpuesto).

Al tiempo que dirigía al chofer por las intrincadas calles del pequeño pueblo de ACATLIPA. Luisa llevaba una animada conversación con la amiga. ¡Qué bueno! Es una lata tener que indicar la ruta al chofer. No le podía ver la cara, pero empezaba a apreciar la personalidad de Sherry. Cuando intervenía en la plática lo hacía lacónicamente. Ahora puedo ver algo de su rostro:

Tiene de la naturaleza, la carta de recomendación que da a sus favoritos: la belleza. Pero, me pregunto si esa niña quiere a alguien. Bueno, eso es solamente una manera de ser. Haz que el mundo te sea mostrado. ¡Que te complazcan . Y pudiera lograrse, además, si uno fuera tan atractivo como Sherry.

El tiempo se enfrió más aún. Las ventanillas, empero, estaban completamente abiertas. Es el nuevo modo de viajar. Hay que ver las rojas mejillas de mi hija consentida:

El rubio cabello de ella flotando junto al negro azabache de Sherry. Gráciles pájaros en vuelo pleno. Miríada de aves sonoras pintadas por el sol de distintos tonos de áureo y de bruno. Tenía frío. Nada dije, sin embargo, escuchaba y sabía que nadie esperaba que interviniera en la plática.

-- ¡Deténgase aquí!, --con sabiduría, voz de mando firme y precisa, Sherry hizo parar en seco al chofer.

Era Toluca. Estábamos frente a una tienda.

-- ¿No quieres bajarte aquí, papi?

Obedientemente y sin ninguna dignidad salí del auto. Me paseé por la acera llena de granizo.

En 69 años lo he visto todo. El amor, el desamor, la ambición, su fin y lo vano de la avaricia, un par de locuras doctrinales: comunismo y catolicismo y su curación. Desde entonces me llamo agnóstico. Liquidamos a las ideologías apenas y no columbro en lontananza ninguna fe o creencia que mueva al mundo.

Mis afectos van a los desaparecidos y al pasado. Mis coetáneos me consideran muerto en vida. Me creen solo y hacen votos porque quede abandonado a mi suerte. Para ellos, no soy más que un mito. En eso tienen razón: Así me parece a mí.

Cuando retorné al auto (casi seguía humildemente al chofer), me di cuenta que las muchachas habían cerrado las ventanillas. El automóvil estaba lleno de espeso humo.

Sherry me contemplaba despectivamente. Estaba apostándose que no subiría sin ayuda del chofer al coche. Pero, podía por mí mismo. ¿Será posible que a los 69, no?

¡Y pude!, finalmente pude.

Porque ya hacía un frío terrible las muchachas ya no abrieron las ventanillas. Sherry, en cambio, me pidió que abriera la aleta.

-- No, mejor baje un poco también la ventanilla.

Sí, lo importante es que salga el humo, pensé.

--¡Qué fresco está el aire! ¡Cómo reanima!.—exclamó llena de gozo mi hija.

Yo empecé a tiritar.

En esos momentos pasó el coche de un tal Tony.

-- Va a visitar a su novia. Viene desde Ciudad Satélite. ¡Imagínate!

-- ¡Eso sí es realmente amor!

Pero Sherry no respondió a mi hija. Seguramente, no valía la pena que ninguna muchacha—excepto ella claro—tuviera el privilegio de ser digna del esfuerzo de un enamorado: visitarla a pesar de una distancia tan grande.

Cuando llegamos a la casa de campo de Valle de Bravo, fui el primero en salir. Quería demostrar a Sherry que podía hacerlo rápidamente. Cuando mis torpes pies pisaron la mojada acera, descubrí—terrible entonces—que mis rodillas no tenían fuerza. ¡¡¡ ZZASSS,  que me doy un sentonzazo!!! Así es que permanecí sobre el charco, sentado  ridículamente, un rato.

Traté de sonreír: 

--No pasó nada. A todo el mundo… ---traté de decir.

El chofer –demasiado servicial, oficiosamente atento:

(-- Señor, Usted todavía tiene fuerzas. Usted no está tan viejo).

Saltó de su asiento y me cogió de los sobacos, por detrás.

Sherry, asustada, miraba no a mí sino a la ventana. Tenía cierto temor de que mi ex esposa les culpara. Pero, si Sherry supiera, no tenía por qué preocuparse por Teté, mi siquiera…

Luisita reía a carcajadas y corrió a mi lado para darme un besito en la frente y para frotarme las nalgas.

--Entra papi, si crees que puedes hacerlo con tus propios pies...  Yo me ocuparé de las maletas…¡Javier! ¡Ven a darme una mano!

Colgué mi cachucha escocesa en el mismo sitio donde la puse hace 15 años, la última vez que estuve ahí.

Desde aquel invierno no había vuelto a esta casa.

Y esta Navidad, ¿quién vendría?

Mi rejuvenecida ex consorte —con la quinta operación de cirugía plástica, creo—apareció radiante y gentilísima por las escaleras.

-- ¿Qué tal Teresa?

En el primer escalón se detuvo ella. Condescendientemente puso su mejilla. Bien sabía yo de esa costumbre. Para Teresa – católica—ese fue el singular beso de la Paz. Paz te doy.

--Paz te doy, quise decir.

En vez:

--¿Cómo has estado?

-- ¡Estás helado!, graznó.

-- Granizó. A las muchachas les encantó el viaje.

--Tú te me vas para arriba y te bañas en la tina, ¿me oyes?

-- Calientita, eh? ¿Qué te mando? ¿Té. chocolate, café?

Y no me molesté; ¿no era un cognac lo obvio?

¡Y cómo habló ella de rápido para evitar esa sugerencia!

-- ¡Mándame chocolate, pero mejor será que ofrezcas a las muchachas una verdadera bebida!

-- ¿Qué te pasa, Li?  Puedes tomar una copita, si quieres. Pero debes cuidarte. ¿Te estás cuidando, no?
 Sé que te impuso el Dr. Vargas una dieta alcohólica permanente…

Sonreí. Comencé a ascender la escalera. Me pareció más vertical.

Te he puesto en tu cuarto, por supuesto. Tendrás que compartir el baño con Sherry. Eso es lo más que puedo hacer. Tu hija no estaba siquiera segura de pasar por ti hoy.

El cuarto era el mismo. Aunque los muebles habían cambiado. Mi sillón favorito no estaba donde a mí me gustaba. Pequeñeces: ceniceros por aquí, flores por allí. Era un cuarto joven. Ni una pintura. Cómodo, sí. Pero, extraño para mí. ¿O más bien yo era extraño al cuarto?


Ahora me mezo en la silla y me acuerdo de  
LOS AMIGOS PERDIDOS:
Escribí animosamente a quien prometió reiteradamente visitar al autor y de manera descomedida, descortés  y brutal lo plantó varias veces.
Preferí perder amigos que dejar de decir frases ingeniosas. Y, no se les olvide, no hay hombre tan falto de amigos que no pueda encontrar alguno con sinceridad bastante para decirle unas cuantas verdades desagradables...¡sin dejar de serlo!
Hace poco más de veinte años me operaron de una catarata en el ojo izquierdo. Escribí [1] una docena de artículos sobre el asunto, hablé de “los ojos del alma”, de las figuras fantasmagóricas de la cueva de Platón y, en medio de la barahúnda, hablé a todos mis amigos. Vinieron a verme 269, ¡doscientos sesenta y nueve!, entre ellos gente común y corriente y  notables personajes de la cultura nacional.
Se lo conté a  Jacobo Zabludovsky:
--Caramba-- exclamó--, yo cuento a mis amigos con los dedos de una mano...
Ahora, me  acaban de intervenir quirúrgicamente el ojo derecho para extirparme otra catarata. Ya no escribí de la historia del ojo,  al estilo del finamente erótico Georges Bataille. Tampoco armé una pieza dramática. Y la cosa es que algunos amigos se resisten a visitarme para contemplar a un hombre biónico, con vista artificial,  al estilo superman.
Me siento triste. A lo mejor, despechado. Mi orgullo está herido. Algunos no sienten ya afecto alguno por mí, tienen otras cosas qué hacer, más importantes que venir a perder el tiempo al lado de un sexenagenado o, de plano, quieren aprovechar esta ocasión para dar rienda suelta a su resentimiento, en mi contra.
Así  pasó con mi amigo de la infancia, Lalo. Llegó a hacer pormenorizada cuenta de las veces que le agravié. Dijo, al final, que su presencia en mi casa demostraba cuánto me quería porque, aunque no podía olvidar esas ofensas, ya me había perdonado. De su hermano, Octavio, el inefable e infalible pero feliz en su magnífica mediocridad,  no podría decir lo mismo-- añadió descarnadamente mi excelente amigo--  porque se negaba a visitarme, lo cual --como acostumbra a bromear el mismo Octavio-- me es inclusive.
Consecuentemente, pasé una tarde angustiado, indignado y muy disgustado. Sentí pánico. Uno de mis mejores amigos tenía motivos para odiarme y hubo un momento en que me propuso cruelmente que se podría vengar haciéndole mal a mi hijita de cuatro años de edad.
Cuestiones existenciales terribles presionaron el pesado ambiente, oprimiendo mi corazón, ensombreciéndome con toda clase de dichos y dicharazostodo se paga en la vida; el que siembra vientos cosecha tempestades.., en fin, la malicia tiene una memoria muy grande. Lalo es malo. Me hizo profundamente infeliz porque me despojó abruptamente de la muy escasa dicha que me era dable tener en este mundo, y que descansaba en la certeza de haber hecho el mayor bien y el menor mal posible a mis amigos. Es frase de Foscolo: “...il minor male possibile al cuore dei nostri amici.”
Y lo que más me duele es que este desengaño irreparable me lo cause mi amigo del alma, inseparable camarada desde el jardín de niños. Nuestras vidas estuvieron tan enlazadas desde nuestra infancia que pudiera decirse que forman parte la una de la otra y que he hablado de él casi siempre que he tenido que hablar de mí:
Sa vie et la mienne on étè tellement mêlées depuis son enfance  que nos deux existences font comme parti l’une de l’autre, et que j’ai parlé de luí presque partout où  j’ai eu à parler de moi.
Yo me he ganado los corazones generosos con afecto. Mas, los espíritus mezquinos son ingratos. Hay hombres de tan mala especie, que no saben hacer bien a nadie; y si alguna vez aciertan a ser provechosos para alguno, quieren que le sea esclavo, obsequioso y eternamente servil. Eso, porque les cuesta mucho trabajo el haber hecho algo bueno contra su natural inclinación.
De estos especímenes es que estoy tratando, aquí.  Son ellos los que creen que me hacen daño dejándome solo al tiempo de la mayor necesidad, según suponen.
Por ejemplo, Lalo quería que le agradeciera yo--como exige a todos  los que alguna vez otorgó préstamos del dinero bancario             que manejaba como gerente-- lo mucho que me ha dado. Debiera saber que ningún hombre digno pedirá que se le agradezca aquello que nada le costó, porque lo concedió de buen grado, cariñosamente. En cambio, antenoche llegó a beberse, a pico de botella, rufianescamente, un vino nacional al que, además,  consideró demasiado poco para él. También, se acabó un par de botellas a las que llamó corrientes. En fin, fue la manera vulgar de un hombre borracho, resentido y predispuesto a que de ningún modo agradeciera yo su ingrata visita. Llegó a desquitarse, extrañamente. No obstante, alardeaba, burda e incoherentemente,  que para mí era una dádiva su visita. En este triste caso, le repliqué, no obliga tanto la dádiva cuanto el dolo de hacerla porque el regalo tiene el rango de quien lo hace. Pequeña prenda de una no pequeña ni corta amistad. Estoy seguro que no me entendió.
Entonces, intenté otra alegoría.
-- Lalo, podría resumir nuestra relación así:   amigo fuiste,  muy amigo de hacer y dar cosas, que derramaste generosamente, pero todas las pusiste como cebo en un anzuelo; ¿y qué pez puede amar a un pe<s>cador?  Es decir, la manera de dar vale más que lo que se da. ¿Cómo agradecerte tan infeliz visita? Asimismo: arrepentirse del bien que se ha hecho no cabe en ánimos nobles. O dicho de otro modo: dones que vengan de un hombre malo, no traen provecho. Escribió Dostoiewsky en su obra maestra, El jugador:   “Al hombre malo-- Lalo--  le gusta ver a su amigo humillado ante él. Para la mayoría, la amistad está basada en la humillación.”
¡Hasta escribí una
EPÍSTOLA AL ANTIGUO AMIGO UNIVERSITARIO!:
Tú, Rollingstone,  sin venir, me has causado mayores agravios. Por eso, contradictoriamente, gracias, amigo, por no venir. Seguramente, has de pensar: ¡Lívingston ha  pretendido obligar a sus amigos a visitarle! ¿ Y qué beneficio hay cuando se obliga a un traidor?
No es paradójico: He querido poner a prueba la lealtad de mis amigos. Debí abstenerme, salvarme de las penas y comprender que cuanto se ha escrito sobre la fidelidad es irremisiblemente cierto. Es por ello que en esta coyuntura, en medio de los azares de la vida,  encuentro, entre las cuatro paredes de mi recámara, las cosas tremebundas de este mundo que dan muy poca felicidad.
Creí que tenía muchos amigos y no quise prescindir de ninguno. Y voy encontrando enemigos anidados en esas impías almas. Empero, fueron “Amigos” que ahora me desprecian, porque creen verme abatido, a sabiendas de que todo mundo corta leña del árbol que está caído. Suena a verso pero podría hacer otra prosaica variación sobre el tema:  diré que entre mis amigos y yo, sólo uno es amigo del otro. Porque-- continuando con los aforismos--  buena cosa es tener amigos pero mala el que piensen  que tienes necesidad de ellos.
¿Quién no sabe que es difícil encontrar un amigo fiel? Si buscase como único compañero a uno solamente, aunque fuese con la linterna del cínico Diógenes, me expondría a permanecer solo con mi pequeña familia, durante toda mi enfermedad. Por tanto, le hablé a todos. Y , gracias a esa actitud estúpidamente previsora, hasta ahora, no he dejado de recibir amigos, desde la semana pasada. Ayer, llegaron quince. Antier, tres. Anteayer, una amiga.  Un día antes, un par... Dirás lo que quieras: Sin embargo, estoy persuadido de que esos amigos fieles son mejores medicinas que las que me recomendó el médico: son el elixir de la vida.  Tengo consuelo, por más que me procures adversa fortuna y evites el desahogo del alma.
Pondré como ejemplos algunas cándidas frases que me han querido dejar en conmovedores mensajes manuscritos:
Yo entiendo la amistad como un sentimiento cabal y leal...Dar la mano es una de las cosas más satisfactorias cuando se ama a los amigos. Magdalena.
Algunas veces la vida nos pone tropiezos o pruebas. Mientras las salvemos con valor y sabiduría seguiremos recorriendo ese largo camino...¡Gracias a Dios  has salvado una pequeña prueba más! Amalia,
Lívingston. Gracias por permitirnos entrar a tu casa, por esta confianza. ¡QUE ESTÉS BIEN! ÉRIKA.
Estoy seguro que lo que no mata, endurece. Te agradezco el empeño que pones en nuestra amistad; empeño que, muchas veces, desgraciados e infelices infieles lo malinterpretan. ¡Pronta recuperación! Julio.
Deseos para que vos regreses a la vida ordinaria con una vista mejor que la de Superman. Alberto.
Antes que nada, déjame decirte que eres el mejor amigo que yo conozco y, además, un personaje muy culto, preparado, respetuoso. Tu imagen la tengo grabada en mi conciencia como un ejemplo a servir. Te respeto y estimo. Limón.
Espero que tu recuperación sea pronta porque la función debe continuar en este teatro, el de allá y más allá. Aquí, en la vida, cuenta conmigo. Te serviré en todo lo que te pueda ayudar a mejorar. Tu amigo de siempre. Raúl.
Pequeñas muestras de afecto que me ponen contento.
Pues, si es cierto que conocí tiempos más felices y conté con amigos como tú, hoy no me hallo solo:  tengo todavía los verdaderos amigos quienes, suponiendo erróneamente que padezco  infortunio, están todos los días conmigo... Ahora mismo, tengo que interrumpir esta epístola porque me llama un amigo, a la puerta de esta casa, que abriste tantas veces por tu propia voluntad y sin que requirieras invitación alguna...

En cambio tú...
Has tirado una amistad al fango de los cerdos, ¡cochino! En el Eclesiastés,  me encontré con esta otra perla, que debía ser consigna en el reino de los hombres de Bien: “No abandones al amigo antiguo; el nuevo no valdrá lo que aquél...” Aquello, porque el que encuentra un amigo, encuentra un tesoro y eso, hoy, resulta inverosímil. Te equivocaste: al volverte abstemio, a fortiori,    desparramaste y tiraste al diablo los odres de los sentimientos nobles: hay que dejar que la divina amistad se haga añeja para beberla con deleite, in spite of your actual sequedad. ¡Entonces, debes emborracharte de-- y no con--  una vieja amistad!
Una canción que toco en el piano frecuentemente, con patriótico deleite --y que es el himno tradicional escocés dedicado a la amistad -- es Auld Lang Syne.   Se le atribuye al gran poeta Robert Burns.  En una estrofa, canto  así:
¿Podrán olvidarse los viejos amigos y dejarse perder su recuerdo?
¿Podrán olvidarse los viejos amigos y borrarse el recuerdo del tiempo pasado?
Desgraciadamente, sin duda, sí existe ese infame olvido: algunos se han distanciado para siempre. No leerán nunca a Cicerón. En su Ensayo sobre la amistad pregunta: “¿Hay algo más dulce que tener a alguien con quien poder hablar de todas tus cosas, como si contigo mismo fuera?” A gentes como tú, tales dulzuras ya le están vedadas.

LA VIDA DURA, (?)  ¿LA AMISTAD DURADERA?
No obstante, en la adversidad, supuesta, estoy conociendo a mis amigos.
Al revés: en la prosperidad, fueron ellos quienes me conocieron, al desnudo. Pero, la mezquindad política y el interés mercantil jamás han forjado amistades duraderas. Prohiben perder el tiempo en pendejadas, dejadas.
Tú,  falso amigo, me seguiste, como sombra,  mientras brilló el sol de mi ingenio. Fue una ficción basada en momentánea experiencia, a tu servicio. Aprendiste-- dizque hábil conducto de hombres-- que hay que separarse de los afectos cuando ya no te es útil el Intelectual Orgánico. Sembraste un desierto vasto,  utilitario, ausente de amistad, con el propósito avieso de preservar una salud psicosomática que ya no podrás recobrar porque está enfermo tu espíritu.[2]
Eres amigo bueno para estar bien  lejos y merecedor de esta epístola, a distancia electrónica.  Debieras saber, asimismo, que los amigos verdaderos comparten la felicidad cuando se les ruega y acuden a consolar de la desgracia, al que yace inválido en su alcoba, sin que se les llame.

El arrepentimiento del hijo pródigo y la espalda vuelta
Pero, te digo, no obstante que la cosa más deliciosa sería una poca locura ocasionada por el placer de recobrar un amigo perdido, como en la parábola del hijo pródigo. Quisiera tu arrepentimiento, para no admitir que derrochamos mi credulidad y buena fe.
Acordemente, aunque sé que es más frecuente enterrar amistades que amigos, añadiré con Jovellanos:
Puedo yo haber sido desgraciado en amigos; puede haberme privado la desgracia de los que tuve en prosperidad; pero yo no emanciparé a ninguno a quien no vea de espalda vuelta; y cuando todos me abandonaran, más gozaría mi corazón en el sentimiento de haberles sido fiel, que sufriría el de su infidelidad.
Concluiré por confesarte que, a pesar de todo ello, me indigna más la indiferencia tuya que el odio de mis enemigos

LOS PLATOS ROTOS Y EL DEBER HONRADO:
No creas que, rotos los platos, los lazos de la amistad, no quedan ya deberes que cumplir. Quedan, precisamente, los que dependen de la honradez. A una antigua amistad se le debe respeto. Se que me trataste como un miembro cándido de una sociedad anónima, de mutuos intereses y de servicios recíprocos. Fue--sabemos-- comercio fenicio en que tu amor propio se propuso ganancias judaicas. Mas ahora, que ya no hay transacciones, ¿qué ganarías con falsedades, denuestos, calumnias, difamación? 
Fíjate: Te llamo aún amigo a ti que eres un traidor. Porque es mejor amigo quien desengaña mejor. Y no creas: ahora que sé quiénes son mis leales amigos y cuáles los traidores, aún puedo dar su merecido a los unos y a los otros, contrariu sensu lo que manifestó Tarquino cuando fue lanzado al desierto, según cuenta Cicerón.
Por ende, no deshonres el santo nombre de amigo, hablando injustamente mal de mí, aún cuando tus palabras sean sinceras y desapasionadas.  No seas como aquellos condenados por Alfredo de Musset:
Todo cuanto de desagradable pueda echaros en cara vuestro enemigo, nunca llegará a la mitad de lo que a vuestras espaldas murmuran de vosotros los amigos...
Acuérdate: te di, recibí, te conté mis secretos,  pregunté por tus problemas, te ayudé, comí en tu casa y te convidé a comer: te di señales sinceras de amistad.
Piensas, ahora,  que se nubló el tiempo: fue sólo la vista y ya veo con claridad. Indeed, debiera escribir epístolas como Séneca: Es difícil tener como amigos a todos; basta con no tenerlos como enemigos.
Pero, me importa poco su consejo. Porque aún actúo como un iracundo joven literato, desprecio olímpicamente la prudencia del sabio romano. Me enorgullezco de la airada tropa de mis enemigos y me complazco en contribuir a incrementar sus filas con infieles.

¡ÉCHAME A MÍ LA CULPA! O YO ME ACUSO
Finalmente,  te recordaré  que estoy inmerso en la ética. Quise despertar tu conciencia. Podrás reprocharme, como Lalo, que fui inoportuno, procaz, indiscreto, porfiado y--como dice mi queridísimo amigo Pancho Vargas, el más espléndido, virtuoso y talentoso de los amigos verdaderos de muchos--, padezco crónica y fatalmente  de comunes y vulgares pecados: soy cronógrafo, cronófago y grafócrono. Sí, yo me acuso de eso, de poco seso, de mucho sexo y demás,  a más, excesivamente.
Pero, así y todo, confié siempre en ti y fui honesto, auténtico y espontáneamente sincero. Si tus intereses ya no te traen al coloso de  Santa Úrsula no me engañes, no seas hipócrita ni mentiroso, ni cobarde ni farandulero, comediante, histrión,  fatuo, pedante y frívolo: cuando te llamé no tenías que prometerme que vendrías. Podrías, perfectamente, ¡mandarme mucho a la chinchada!  
Así lo prefiero porque, odiando lo falso y dedicado a la búsqueda de la felicidad, la verdad y la justicia, nada podría detestar más en ti-- en nombre de nuestra antigua amistad-- que la forma en que deformas la palabra de honor-- ¡horror!-- y el cumplimiento de la promesa de un hombre.  Resulta bochornoso que un comediante de la televisión, como mi amigo Stanley[3],  mejor concepto tenga de la dignidad, la honra y la obligación de cumplir con la palabra empeñada,  que un viejo maestro universitario,  dizque forjado moralmente como un cuáquero.
Sí, no lo niego, como dije al principio: Estoy profundamente ofendido en mi orgullo propio. ¡No cualquiera se da el lujo de desdeñar la invitación para entrar al hogar de Lívingston! Me engañaste y no me perdonaré nunca, suficientemente, que haya insistido en reincidir, en solicitar humilde y zalameramente tu ingrata compañía. Puse demasiada fe en tan deleznable prójimo. Te aseguro que,  ¡por fin!,  me percaté de tu insolencia. Ahora sí, amigo, puedes descansar en paz. Adiós.

  Pero decidí que nada tendría que decir, ahora, del pasado.
¡NADA DEL PASADO!  Me senté otra vez en mi sillón antiguo, volví a mecerme parsimoniosamente y encendí mi pipa.
Los viejos tiempos se abalanzaron, se amotinaron, se derrumbaron sobre mí. Montones de recuerdos que nunca  venían. Pero hoy, aquí, la avalancha, las oleadas, las ventiscas de viejas cosas me conmovieron.
 Estaba haciendo el  informe que llevé a cabo hacía dos quinquenios, durante el complejo proceso de divorcio que se llevó en sí mismo, ¡diez terriblemente desgastantes años!
Aquí escribí Yo viejo y mi Última Joven Desnuda.
 Aquí se desnudó mi amiga para autoretratarse.
Aquí intuyó genialmente cómo sería yo, físicamente, a los 69 años de edad.
Digo esto porque mirándome al espejo ya SOY el retrato al que quedé condenado aquella fría noche.

 Más que en las arrugas y en la calvicie y en lo blanco,  la vejez está en ese funesto sentimiento de que ya es demasiado tarde, de que ya la partida se jugó y el escenario espera a nuevos actores sin esta terrible indiferencia del alma, Aquella certidumbre  de que a la belleza van naturalmente unidas la inteligencia y la bondad, aquella fe en la eficacia de la razón, ¿es posible conservarla después de media centuria de tristes experiencias y decepciones?

¡Oye!, no. No me estoy poniendo trágico. No es por la escena de muerte que filmé ayer o porque hoy están  dando los Óscares de la academia de Hollywood... NO.

De veras: La vida es como una película. Yo podría quedarme a ver otra vez el film... Pero el aburrimiento me hace saltar de la butaca apenas reaparecen las imágenes que he visto ya. La vida es un espectáculo continuo. Las mismas actualidades, la misma moda vuelve cada treinta años. Y yo me canso. Por eso, uno tras otro, los espectadores se levantan para salir de la función.

La vieja película mía es ésta: Ésta y todas mis casas las puse a nombre de mi mujer: mi mejor dinero, en verdad, provenía de los réditos del capital depositado en el banco hacía quince años por los sueldos caídos que tuvo que pagarme la Universidad, cuando me rescindió por estar en un viaje diplomático top secret.  Mi sueldo de embajador era muy eh... shall I say?... raquítico. To say the least.

Y hacía quince años que a este lugar llegó mi yerno. 

--- Señor Vaught siento muchísimo tener que decírselo pero... eh, eh, este, su hija July... bueno, ella cree que Usted no trató bien a su mamá... Yo no sé nada de eso... Yo.., yo creía que Usted se quedaría a vivir con nosotros. Ahora que se ha ido su esposa a Mérida y no es embajador en Ottawa, pero... este... la cosa es que la casa.., bueno, este,  no quise decirlo... Yo se que Usted ha perdido mucho dinero en la última campaña. Le haré una buena oferta: le doy... $$$... También quisiera decir que el Presidente me debe algunos favores...  y yo creo que si se lo pido tendría mucho gusto en...

¡Cuánto había soñado con esta oferta! Seguramente podía mandarme de embajador a Europa. Pero ya era demasiado tarde: Ivonne estaba en París-- casada-- porque yo no había tenido el valor civil de divorciarme... Sí, había que proteger a July y a sus hermanos; había que conservar integrada a la familia. Un divorcio me afectaría moralmente. Soy católico. Podría arruinar mi reputación; afectar, inclusive, al partido. Además, me oponía con todas mis fuerzas a desintegrar a nuestra familia sin que existiera causa alguna... ¡Por eso fue que los juzgados civiles y colegiados me dieron la razón! Subsistió el matrimonio por no existir causa alguna... Sin embargo, la Ley no puede forzar a los cónyuges a permanecer en el hogar. Mi mujer vendió nuestra casa y se marchó. ¡La nave se quemó, el matrimonio naufragó y los hijos se agarraron desesperadamente, cada cual, a su propia tablita... Sobretodo, adoraba a mis hijos, quería a mi esposa con todo el corazón... ¿Qué fue lo que sucedió? ¡¡Dios mío!!...

Y hace quince años también los estaba protegiendo: cedí los derechos de la casa para no convertirme en una carga. No quería que se avergonzaran por la triste situación de un abandonado.

<¿Qué voy a hacer si dicen que soy el abandonado... ¡Abandonado sea por el amor de Dios!...>

Diputado conservador y diplomático de carrera, caído en la desgracia.

--- Puede quedarse con la casa. Le agradezco que me haya ofrecido eso y no más. Acerca del puesto político, pues, mire Usted, Jorge, creo que me gustaría ir más a Cancún este Invierno. Tengo allí unos amigos que no he visto en mucho tiempo... De veras, no me siento con ganas de trabajar...

La vieja sirviente que había estado conmigo en todos los países en que representé a mi gobierno por casi quince años, tocó la puerta.

--- Entra María.

        
 -- Pero, ¿POR QUÉ DOS TAZAS?

-- ¡Ay!, ¿traje dos tazas?... Es que.., la fuerza de la costumbre, señor. La costumbre de traer siempre dos tazas. para usté y la señora...

Dejé la puerta abierta.

Y mientras María colocaba sobre la mesa de mármol las flores de nochebuena, los chocolates y los pastelillos, pude ver en el pasillo a mi hija con Sherry.

-- Este es tu cuarto. Oye, acuérdate de lo que dije... Mucho cuidadito, ¿eh?

-- Gracias María.

Me dirigí a la puerta y la cerré.

No sé por qué me acordé del día en que el jefe de mi Partido me dio una fiesta para celebrar mi aniversario 65. Pronuncié un discurso en el que dije que esa ceremonia me hacía pensar en lo que sentía cuando mi nodriza me decía: "Ya es tarde. Ya es hora de irse a acostar, niño."  Y protestaba; pero el sueño me invadía y sabía que el lecho sería un descanso. La muerte -- agregué -- es una nodriza afectuosa y severa; cuando llega la hora, viene a decirnos: "Niño  Lívingston, es hora de irse a acostar. ¡Es hora de irse a...!,
 yeah! 

La reacción de mis amistades fue de ruidosa protesta. Consideraron que estaba atacando al líder obrero que apenas había cumplido 92 años de edad. Que iba con el siglo y terminaría con él porque "ya se le había pasado la hora de morirse".

Muchos creyeron que deliberadamente me había puesto fúnebre y flamenco para joderlo. Yo era un bebito balbuciante a su lado... ¡No era para tanto! Tenía casi una tercera parte menos de su edad...

Contemplé las dos rojas tazas de chocolate. Me tomé sorbo a sorbo la mitad de una. Me dio mucha sed. Pero me sentí más calientito. Teté tenía razón. Un chocolate espeso es mejor que una copa de cognac.

Y el corazón, como el cuerpo, tiene necesidad de calor. No estoy tratando de hacer sentimientos con propósitos deliberados... Pero si los viejos no son ridículos más que cuando se enamoran y olvidan que son viejos y feos...

Las atenciones, las ternuras, el afecto no tienen edad... No hay desacuerdo sexual; en mí no existe... Le doy a Corina más cariño y sexo que cualquier mozalbete de su edad da a su novia...

Yo quisiera recordarle uno de esos ríos que siendo torrentes impetuosos, peligrosos y saltarines en las proximidades de su fuente, se convierten cuando llegan a las cercanías del estuario en lagos apacibles que reflejan los pinos; en bellas riveras lentas y límpidas en cuyo lecho, en cuyo espejo anchísimo, se  contemplan también los árboles y la noche...

  Me estaba asomando a la laguna y recordaba aquellos tiempos en que me la pasaba en traje de baño, escribiendo en el jardín. Y, a cada instante entraba a besar. abrazar y a platicar de mis imaginarias aventuras a la chiquitita que me acompañara... volvía, entonces a la escritura cargado en energía y buenas ideas. Algunas veces esa chiquititita era mi esposa. Aún la quiero. La he perdonado. ¡Como dice mi primo Dubost, simplemente está tan loca como cualquier mujer!

Creo ahora que actuó conforme a su tradición árabe: defendió lo más sacro del futuro de sus hijos: money! No me vio ningún futuro económico. Era un simple profesorcete, un político fracasado, un joven abuelo que nunca tendría herencia porque mi padre me sobrevivió lo suficiente y aunque no legó su rica biblioteca a la nación antes que a alguien que nunca demostró ningún interés por el negocio de librero anticuario o, ¡punto!, por negocio alguno, no obstante  su título universitario y rimbombante de Maestría en Administración, mi querido padre sí murió intestado y permitió así que mi hermano se apoderara paulatinamente de los libros más raros, antiguos y caros, de modo astuto, subrepticio y deshonesto, despojándome de mi patrimonio y enriqueciéndose ilícitamente con su indiscriminada venta.

Manifesté, al pie de su fosa que los que viven no deben estar en guerra con los muertos. Quien se fue no olvidará que mi hermano no cumplió nuestras esperanzas en una tenebrosa realidad. Pues, entonces oyó, ¿lo oyes?, que prometimos solemnemente a nuestro  Padre, al pie de su ilustre tumba y lo proclamé  ante quienes lo despidieron, a nombre propio y de mis hermanos:

"Te lo cumpliremos, lo juramos en bien de la cultura en México y del mundo. Tu Biblioteca será pública y estará consagrada a los estudiosos de la Historia de México."

Lloremos..,
no hay Biblioteca ni institución que lleve su nombre porque mi hermano vende los libros al mejor postor.
 Sí, Jorge Denegre-Vaught, bueno, bondadoso y cariñoso,  suave padre, hombre de bien, quien renunció a la mentira, la falsedad, la maldad, la hipocresía y la deshonestidad,  ¿perdonará,  liberará de su inmensa deuda con él y con su conciencia, a mi hermano? No por eso, sino por mucho más, Dios lo perdonó de los pocos pecados que cometió debido a su única flaqueza: amó demasiado a muchas a quienes aceptó con todas sus debilidades. Correspondió amorosamente a aquellos que le admiraron y profundamente reconocieron su buen humor, delicada ternura, largueza, generosidad e hidalguía.
Y llorando me acordé de aquél 
Sábado 28 de febrero de 1998, en que lo enterramos tras esa promesa inserta en la oración fúnebre.

¡Nunca me olvidaré de la gentileza ternura y rara manera de jamás decir ¡¡NO!!, de sonreír a todos por todo!!, mientras me obsequiaba cotidianamente esa dulce inquietud ardiente, tierna, gentil, rara y sonriente de hacer el amor, románica pero furiosamente sexual, al tiempo que resonaba en mi espíritu una canción de Manzanero, una golondrina sobre el mar calmo, una baja guitarra y una voz sensual, una caricia elegante y una eterna amistad..l.

-- Sí, éramos jóvenes. Te digo, Thereisein, empero, que el amor del viejo puede ser tan impresionante, tan sincero como el de los zagales bisoños. El amor del viejo puede ser tan verde como el de los inmaduros mozalbetes que fuimos. ¡¡No me gustaría que me llamaras raboverde.

"Puedes llamar a mi último matrimonio VERDINEGRA AVENTURA ERÓTICA Y HEROICA DEL VIEJO EMBAJADOR Y AÚN PLENIPOTENCIARIO,  instead, porque sí, sí estoy en plena potencia y facultades fisiológicas, ¡aunque lo dudes!"

-- Quizás... Hummmmm! Sí, estoy seguro de que el amor del viejo puede ser sincero como el que compartimos por dos décadas, my dear, todavía te ofrezco la pureza de la amistad y la inquietud ardiente  y tierna y eterna del amor...
Y Thereza, no olvides que estoy en default: el papel de las mujeres es el de despertar con su coquetería las ilusiones de los viejos y el de conducirles dulcemente a la muerte entre los ingenuos cuidados de la adolescencia. Así me está arrastrando, con suavidad, mi nueva mujer, CORINA.

Y Thereza -- que había entrado brevemente para certificar que todo estaba bien--, se levantó como movida por un resorte.

De reojo, percibí su indignada mirada y me estremecí, porque me recordó la ilustración que me dio José Luis Cuevas para este mismo cuento. ¿¿La realidad es copia fiel del original de Cuevas!! Salió armada con una falsa risita (jejé) y discretamente cerró la puerta.

Me acababa de preguntar por la que fue mi mujer hasta hace unos días, Pilar. Se refirió a ella, como "tu querida". Acosada, gritaba con orgullo, insolencia y enojo impotente, cuando pretendía que aceptara a mi familia para convivir todos juntos en paz. No podía permitirse reconocer que me había casado por lo civil y por la Iglesia con quien viví,  no más hasta ayer, ¡veinticuatro azarosos años!

No comprende que no todo es amor entre un hombre y una mujer... Esa adhesión que experimento por mi hijo Yulian..
.
 Hay algo delicioso en ver cómo recorre a su vez el camino de la vida. Disfruto con su dicha, padezco sus sufrimientos. Sus pasos dificultosos o su deficiencia en el habla me preocupaban hondamente... (a pesar de que mi exmujer disipaba mi preocupación exagerada, recordándome que tenía pocos años). En efecto, ahora habla con  una prosodia y elegancia admirables.

En la contemplación de mi Alice in Wonderland vuelvo a encontrar la ligereza y la disponibilidad de los efebos... Estoy presenciando el surgimiento de una escritora brillante, genial. 

Y quisiera indicarles algunos preceptos que los reconforten. Sencillos y eficaces.

Todo llega… Todo se olvida… Todo se arregla… Nadie comprende nada de nada.

Si todo el mundo supiera lo que todo el mundo dice de todo el mundo, nadie hablaría con nadie. Y si uno llegare a conocer las calumnias, difamaciones, rumores y falsedades que alguien dice de uno mismo, habrá que aprender a disimular que nos enteramos y… ¡olvidarnos!

Estaba en estas cavilaciones cuando oí unos leves toques en la puerta. Volvía Teté:

-- Estoy intrigada. ¿Qué fue lo que pasó con Pilar?

 -- ¡Oh!, nada. Volvió a las mismas. Se encontró en una vorágine de amoríos plebeyos: un primo que vive en una camioneta llena de cajas con calzados; un tornillero, sobrino de la criada; un hojalatero de autos ambulante. Con éste se fue a vivir a un pueblecillo de Guerrero y dice que le será fiel hasta la muerte:

“A este chavito sí le tengo cariño”, -- me dijo con orgullo la última vez que la vi.

-- Si me permites, voy a sacar de mi maletín una carta que traigo para enseñarte. Te leeré una epístola  poética que le dediqué, pletórico de indignación:

Veinte cabrones años después,
Ya he perdido toda esperanza, amor mío,
de que me seas fiel. Mi boca es hiel.

Más aún: siento machísimo que me hayas arrebatado
los placeres sexuales y te pongas retadora, enfrentándote ceñuda
a mis vanas pretensiones de que cumplas con el débito conyugal. ¿Cómo, carajos,  si estás adulterada y ¿satisfecha?

Dices a tus pichurrientos amantes que hace tres años este viejillo no te lo mete.

¡No chingues! Me exhibes como un pendejo impotente o rechazado por repugnante lascivo anciano decrépito!

Es comprensible, calumniadora, difamadora:
A mi abstinencia supuesta echas la culpa de tus devaneos delirantes y tus gigangrescas ganas de coger.

Has encontrado otro pene de un pendejo peor para que te penetre con ritmo juvenil y cadencia sicalíptica, con sabor a salsa.

Pero, descuida chata. Verás que mi verga y la de todos los bergantines de una flota inmensa de ladridos de un horizonte de perros no podrán acallar tu demente lujuria :

Aleluya, aleluya, que cada quien agarre la tuya—el par de esas aguadas nalgas tuyas-- y que es el espléndido monumental nalgatorio de tu trasero que arrasa y abrasa a esos nacos mecos.


Entretanto, en mi soledad, hoy que te has ido acompañada de tus mugrosos gorilas,
triste suena el cool jaz,
Mientras en  algún tugurio mueves en rotundos círculos tu culo y te deshaces en lujuriosos gritos y ayes y “¡Oh es delicioso y dame y métemelo más y más”
Y, acordándome,  ¡alláaa voy, me vengo, cogiéndote hasta la ignominia...


Piérdete, desaparece de mi vida,
adelgázate hasta que llegues otra vez al hospital
sin glóbulos rojos porque para conquistarlos dejaste de comer y le diste al chupe, al chupeteo y al meneo: ¡zas !¡zás! ¡zás!
y al cigarro y a la hierba y a las drogas que detesto.


Mentirosa: no te atreves a decirles que te cogía por la mañana y por la noche, hasta que exhausta me pedías que detuviera el impetuoso acoso.

Falsa: no es cierto que  para mantenerlo enhiesto requiriera viagra, testosterona o Proscar…Malhechora malediciente, maleficiente.


Me bastaba, hasta hace unos días,   como desde hace veinte años, tal como sería siempre, con  mamarte las tetas maltrechas por amamantar a nuestro Benjamín.

No me decepcionaba que las tuvieras caídas, que tus carnes estuvieran adiposas, hueras, flojas y que aparecieran por doquier las terribles huellas de la edad estival, que la firmeza de los músculos y de tu culo quedaran lejos, en el ocaso, acaso.

Envidiabas, pues, que mi verga se mantuviera muy en alto, enhiesta y retadora.

Por eso estoy encabronado. Es el colmo que la despechada y loca mujer de tu amante viniera hoy a contarme que engatusaste al palurdo paludo con mentirijillas despreciables: que hacía tres años que no cohabitabas con tu marido…¡Pobrecita, hambrienta de falos!

Lo que menos me importa es tu traición, tu infidelidad perversa: ya estaba acostumbrado. Así naciste, así creciste: tu raza no conoce la lealtad. Es un clan primitivo que no sabe con qué se come el respeto ni puede masticar la fe: la perdiste y ya no puedes perder más. Tienes un ojo puesto en la muerte y el otro en el pito infernal de ese pelafustán funesto.

Sí lo se, no lo niegas, desfachatada: lo riegas en tus delirios de ensoñaciones eróticas a plena luz del día: eres cínica y lo proclamas a los cuatro vientos:

Te lo cogiste y lo gozaste marinera maniática de las vergas de los bergantines pletóricos de adolescentes y dolientes putañeros.


Y yo aquí, desgraciada adúltera, rechazo el recuerdo del aciago momento en que caí de rodillas para mordisquear tus vibrantes nalgas y abrazarme desesperado al selvático triángulo más negro que mi suerte bajo el diluvio de los sones y de la terrible música norteña.


aleluyarte hasta no se cuando,  hasta que te quedes por fin dormida, abrumada por tantas venidas bienvenidas
y los orgasmos y las espermatizadas sábanas revueltas en medio de la bruma de la madrugada fría.

Se va mi ensoñación erótica y te maldigo:
Una vez más, estúpida, te dejarán como muerta
Y caerás en la desesperación y el histérico llanto, 
después de la devolución a la realidad con cruda, gimiente y ya no mientes,  otoñal puta tonta;
ruedan tus lágrimas, consciente de que se te ha ido hasta la vida en tu lujuria plural y deliberadamente suicida, en pos del sida,

Ay, uyuyuy !, querida y adorable creatura, vida mía...
y te predispones para otro suicidio, atentando así contra mi vida.

Entonces vienes a mi memoria como Pichona con la sentencia de que la felicidad consiste, las más de las veces, en saberse engañar.

No te desengañes pronto: dale vuelo a la hilacha y si quieres ser feliz, como me dices,
No analices muchacha vieja y fea, no analices.

Así, pinche Pelancha, aprende que pronunciarás la palabra FELICIDAD
Con terror,
pues apenas si pudiste sobrellevar la prosperidad en medio de las envidiosas flacuchas de mierda Biagra que dan viagra a sus mamones amantes y maridos y que ni así les entran a las desdentadas: te odian y por eso, porque tú si estás buenota y dabas las nalgas al Maestro, con cariño,  te apartaron de tu hogar, de tus hijos y de tu académico marido. ¡Qué se las des, ahorita, a los famélicos perros!
No obstante, extraviada,
Al largarte, has elevado la mirada con soberbia.
Sabe que la mujer fiel es humilde, tan sencilla como la dichosa Rocío.
La desleal es canallescamente alzada.

Te perdiste no en un bosque sino  en los serpenteantes senderos polvosos de la lujuria y los pecados, en medio de la Semana Santa, mientras comías pescado.

Te intoxicaste, ahita en el carnal hartazgo. Estás poluta: manchada, llena de moretones y de granaos. Das asco.

Los caminos de la lealtad son siempre rectos.
Para ti, traidora, que me acompañaste a regañadientes en medio de la multitud de adversidades, muchas por ti creadas,
fue muy difícil guardar la fidelidad a la palabra dada frente al Altísimo.

Cobarde: ser leal es la mayor valentía. Te rajaste y  abandonaste al marido y a tu primogénito : no nos separó la muerte sino tu malhadada suerte. En mujeres pasionales, como tú, la lealtad es cosa extraña. Parece patraña.

Raro: desde que me pediste el matrimonio, duraste quieta y cumplidora, apenas media docena de años. Espero que los olvides, que los sepulte tu negra conciencia, y te los meta por el culo, para tu precario bien.

Tus hijos, en cambio, recordarán siempre esos seis felices aniversarios, como los dorados días de la tranquilidad.

Y al final, todo te lo he perdonado: olvidé tus pasadas e innumerables infidelidades inmundas.

Mas ahora, que tuviste el atrevimiento inconsciente de  llevarte la joya de la corona, a mi queridísimo Benjamin Franklin Thomas Lívingston, te manifiesto mi repudio.

Te repudio Mujer.

A ti te olvido pero rescataré a mi precioso tesoro del averno y de tus diabólicos designios:

Iré como el Caballero de la Triste Figura a salvarlo para que cumpla su destino: llegará a ser verdaderamente todo un Hombre de Bien.

¡No te atrevas a lastimar su candidez y su precoz talento encantador!

¡Apiádate de Tom que no merece tener una niñez tan infeliz como la tuya! ¡Basta de salvajismo! No permitas que testimonie con azoro cómo la piara, los puercos lujuriosos se revuelcan en el lodazal con su Puta Madre!

Permite que siga venerándote.

--- ¡Que bárbaro! Sigues insultando con vehemencia canallesca. Por menos, te gana el divorcio por injurias y difamación…

-- Pues no, ya ves. Gané otra vez.  Y para lo que le importa.  No va nunca  ver a sus hijos que la extrañan y están dolidos de sus puterías. No me fue difícil ganar el divorcio necesario. Pero, ante de la sentencia, la Juez prácticamente me obligó a llegar a un convenio con ella en la que a cambio de una fruslería estuviera de acuerdo en entregarme la guarda y custodia del menor de tres años de edad…

-- Supongo que es el famoso Thomas Lívingston Benjamin Franklin.

 -- Sí, aunque el juez del Registro Civil me negó el derecho de ponerle tantos nombres. Me paró en Benjamin y omitió el nombre de mi adorado Franklin. Pero, seguirá siendo, para mí:

THOMAS Lívingston BENJAMÍN FRANKLIN
                                                                                                                                                                                                                                        libro.htm
Mi  benjamín.
Nació y como es mi benjamín, entre otros le impusimos ese nombre. Es, sin duda, mi hijo postrero: el número trece. Envié esta Invitación a todos nuestros amigos :

                     Remite: Lívingston y  Pilar Denegre-Vaught
Les esperamos
En nuestro Domicilio ubicado en la
Calle Antonio Mediz Bolio N° 70,
Col. Granjas Mérida, Temixco, Morelos.
Tenemos  la satisfacción de  Invitarles para que Ustedes honren con su gentil presencia
la ceremonia de nuestro Matrimonio  que llevará a cabo el Señor Oficial del Registro Civil del Estado de Morelos,
y que tendrá verificativo el Sábado 20, Veinte,  de Abril
En punto de  las 12 Horas,
en nuestro Domicilio ubicado en la
Calle Antonio Mediz Bolio N° 70,
Col. Granjas Mérida, Temixco, Morelos.

Asimismo, le invitamos para atestiguar la presentación del certificado de nacimiento de nuestro Tercer Hijo,
THOMAS LIVINGSTON  BENJAMIN FRANKLIN,
Nacido el pasado 17 de enero,
Ante el C. Oficial del Registro Civil.

Amigos, gracias por acompañarnos.




Y ese día, Tere, pronuncié uno de mis clásicos discursos.  Fui extraordinariamente franco y sincero con un chorro de amigos que se quedaron de a seis oyendo mis confesiones. No estoy muy seguro de que Pilar se sintiera incómoda pues está acostumbrada  a

 las confesiones impúdicas, cínicas, públicas e insolentes de los animosos alcohólicos anónimos.

Ante Ustedes humildemente declaramos que:

Hemos corroborado  nuestro amor por la gracia del Sacramento del Matrimonioy lo hemos mantenido enhiesto en medio de dificultades, debilidades y crisis que confesamos a través de  diecisiete años  de inquebrantable noviazgo en que hemos sido abiertos y sinceros, buscando el bien y la alegría del otro con comprensión. En medio del Dolor, nos hemos esforzado en cambiar y en transformar nuestro entorno,  para ofrecer cada día lo mejor de nosotros mismos.

Hemos evitado que  nuestra pasión nos avasalle para permanecer unidos  tras tristes y breves separaciones. Hemos vencido obstáculos que  pretendieron ahogar nuestro amor espiritual y nuestra vocación cristiana, forjando un ideal para la vida, en comunión ,  para alcanzar la paternidad.