Estaba frente a un cirujano aún con bata blanca. Se le considera el mejor cirujano del corazón del mundo. Denton Cooley me preguntó si tenía una sombrilla.
--- Sí, está lloviendo.
--- Pues entonces, sáquela porque le va a llover más aquí adentro del Hospital....
Cuando le pregunté cómo había salido mi madre de la operación que según e´l mismo tenía un 99% de ser un éxito, respondió:
--- Hubo un error de parte de uno de mis discípulos. Lo siento. Su madre murió....
Saqué el libro que acababa de comprar que llevaba su nombre y era una biografía del médico de Houston, y le pedí que me lo autografiara.
--- No creo que deba, en estos momentos....
Insistí, y finalmente puso una firma debajo de una corta frase.
Permanecí inmutable y reflexivo.
En esos momentos llegó mi hermano.
Venía de un largo viaje por carretera para ver a nuestra madre.
Cuando se enteró gritó, lloró, se lamentó sin ningún recato ni coto: era un hombre salvajemente herido que se resistía a admitir la realidad dolorosa.
Poco después, comentó que demandaría a Cooley, dadas las circunsgtancias.
Cuando mi padre se enteró, fue tajante:
--- Jamás- Su santa madre no va a estar sujeta a un proceso de tal naturaleza.
No olvidaremos nunca el viaje de regreso de Houston a la Ciudad de México. Mi madre iba en un ataúd de color morado, del color de la sombrilla y la guayabera que llevé aquel día.
Tampoco olvidaré hasta el último día de mi vida, que la víspera estuve en un restaurante en las afueras de Houston con mi prima Shelby Vaught Fertita.
Debí permanecer al lado de mi madre en el Hospital acompañándola junto con su mejor amiga, durante los últimos minutos de su vida.
Yo confieso...
--- Sí, está lloviendo.
--- Pues entonces, sáquela porque le va a llover más aquí adentro del Hospital....
Cuando le pregunté cómo había salido mi madre de la operación que según e´l mismo tenía un 99% de ser un éxito, respondió:
--- Hubo un error de parte de uno de mis discípulos. Lo siento. Su madre murió....
Saqué el libro que acababa de comprar que llevaba su nombre y era una biografía del médico de Houston, y le pedí que me lo autografiara.
--- No creo que deba, en estos momentos....
Insistí, y finalmente puso una firma debajo de una corta frase.
Permanecí inmutable y reflexivo.
En esos momentos llegó mi hermano.
Venía de un largo viaje por carretera para ver a nuestra madre.
Cuando se enteró gritó, lloró, se lamentó sin ningún recato ni coto: era un hombre salvajemente herido que se resistía a admitir la realidad dolorosa.
Poco después, comentó que demandaría a Cooley, dadas las circunsgtancias.
Cuando mi padre se enteró, fue tajante:
--- Jamás- Su santa madre no va a estar sujeta a un proceso de tal naturaleza.
No olvidaremos nunca el viaje de regreso de Houston a la Ciudad de México. Mi madre iba en un ataúd de color morado, del color de la sombrilla y la guayabera que llevé aquel día.
Tampoco olvidaré hasta el último día de mi vida, que la víspera estuve en un restaurante en las afueras de Houston con mi prima Shelby Vaught Fertita.
Debí permanecer al lado de mi madre en el Hospital acompañándola junto con su mejor amiga, durante los últimos minutos de su vida.
Yo confieso...