domingo, 3 de noviembre de 2013

pacheco y los achaques de la vejez



Acabo de ver una entrevista a José Emilio Pacheco. Entonces me asomé La Jornada para confirmar mi impresión. ¡qué simpático muchacho! Tiene el rostro sin arruga alguna (tiene 3 años menos que yo). De él tenía noticias de mi padre de que había escrito en alguna parte que el trabajo de JORGE DENEGRE VAUGHT PEÑA sobre Piraterías era épico, monumental y asombroso. ¡Cómo no iba a caerme bien! Pero oírlo hablar llanamente, sonreír, manifestar ese carácter campechano, tan sencillo y cautivador, es otra cosa. Luego me asomé a las muchas páginas Y dse entre ellas, encontré esta que me queda bien:
La mayoría de edad
No se alcanza por fecha de nacimiento
Ni consta en los archivos oficiales.
Nos graduamos de adultos nada más
Cuando alguien nos deja.
En plena juventud llega de pronto
El sabor de la muerte.
He aquí lo que la reportera Erika escribió, repitiendo lo que dijo en su conferencia, la semana pasada:
“Leo los poemas breves. Creo que el poema es también una experiencia visual. Es importante la forma que tiene en la página. Ser buen lector de poemas es algo que no se me dio, agrega.
Lee la segunda parte del poema Astillas, que lleva el nombre de Papeles:
No actué mal
Mi papel de bufón didáctico.
Al menos no aburrí a la concurrencia
y obtuve algunos aplausos.
Con el pago podré escribir.
Lo difícil
Será mirarme al espejo.
Y ofrece los poemas chiquitos sobre el agua, y uno que resultó premonitorio, aparecido antes de del fenómeno de niños sicarios. Se llama La hora de los niños y termina así:
Ahora son hombres los niños que vivían de las ratas.
Actúan como sicarios de un poder invisible
Y poco a poco pero noche tras noche
Nos eliminan sin clemencia.
Lee varios más. Y cuando se termina la lectura, adelanta un poco de su nuevo proyecto: un libro de traducciones realizadas hace varios años, y después habla de poesía, de amigos, de viajes, de cosas que se le adjudican a él, pero que le ocurrieron a otro.
Una vez, recuerda, dijo Elena Poniatowska: José Emilio Pacheco era delgadito, pálido y vestía de negro. Pero ese era Ramón Xirau, quien vivía al lado de una iglesia y los taxistas no le cobraban y nada más le pedían la bendición, dice el poeta entre risas. Tampoco es cierto aquello de que era capaz de comerse 20 tortas.
Un poco de su relación con el poder: responderle a Salinas de Gortari: Nada, estoy bien, cuando el ex presidente le preguntó qué le hacía falta durante uno de los aniversarios de El Colegio Nacional.
Con Fox: “Creo que fue en otro aniversario del Colegio Nacional. Pusieron a tocar a Tambuco y al presidente le dio dolor de cabeza y un ataque de tos. Yo que era más o menos el anfitrión me levanté para darle una pastilla y se arrojan sobre mí 200 guardias presidenciales que después me explicaron que el presidente no puede tomar agua ni meterse a la boca nada que no esté controlado por el Estado Mayor Presidencial.
A ver ahora cómo me va. Espero que Peña Nieto no tenga tiempo de ir al aniversario.
Y no, no piensa retirarse. Me faltan muchas cosas. Quisiera poder terminar.
*Poemas publicados con autorización de José Emilio Pacheco.”
Pero, luego, cuando vi cómo caminaba me sentí acongojado, asombrado. P?obrecito, se ve que está muy enfermo y que guarda su dolor con el júblio campechano. Y así como es la naturaleza humana, al oir en mi solitaria casa de Tajín un ritmo contagfioso me puse a bailar y no pare hasta que me llamó el deber de mi trabajo jurídico, que me está esperando en la otra máquina…
Foto: Acabo de ver una entrevista a José Emilio Pacheco. Entonces me asomé La Jornada para confirmar mi impresión. ¡qué simpático muchacho! Tiene el rostro sin arruga alguna (tiene 3 años menos que yo). De él tenía noticias de mi padre de que había escrito en alguna parte que el trabajo de JORGE DENEGRE VAUGHT PEÑA sobre Piraterías era épico, monumental y asombroso. ¡Cómo no iba a caerme bien! Pero oírlo hablar llanamente, sonreír, manifestar ese carácter campechano, tan sencillo y cautivador, es otra cosa. Luego me asomé a las muchas páginas Y dse entre ellas, encontré esta que me queda bien:
La mayoría de edad
No se alcanza por fecha de nacimiento
Ni consta en los archivos oficiales.
Nos graduamos de adultos nada más
Cuando alguien nos deja.
En plena juventud llega de pronto
El sabor de la muerte.
He aquí lo que la reportera Erika escribió, repitiendo lo que dijo en su conferencia, la semana pasada:
“Leo los poemas breves. Creo que el poema es también una experiencia visual. Es importante la forma que tiene en la página. Ser buen lector de poemas es algo que no se me dio, agrega.
Lee la segunda parte del poema Astillas, que lleva el nombre de Papeles:
No actué mal
Mi papel de bufón didáctico.
Al menos no aburrí a la concurrencia
y obtuve algunos aplausos.
Con el pago podré escribir.
Lo difícil
Será mirarme al espejo.
Y ofrece los poemas chiquitos sobre el agua, y uno que resultó premonitorio, aparecido antes de del fenómeno de niños sicarios. Se llama La hora de los niños y termina así:
Ahora son hombres los niños que vivían de las ratas.
Actúan como sicarios de un poder invisible
Y poco a poco pero noche tras noche
Nos eliminan sin clemencia.
Lee varios más. Y cuando se termina la lectura, adelanta un poco de su nuevo proyecto: un libro de traducciones realizadas hace varios años, y después habla de poesía, de amigos, de viajes, de cosas que se le adjudican a él, pero que le ocurrieron a otro.
Una vez, recuerda, dijo Elena Poniatowska: José Emilio Pacheco era delgadito, pálido y vestía de negro. Pero ese era Ramón Xirau, quien vivía al lado de una iglesia y los taxistas no le cobraban y nada más le pedían la bendición, dice el poeta entre risas. Tampoco es cierto aquello de que era capaz de comerse 20 tortas.
Un poco de su relación con el poder: responderle a Salinas de Gortari: Nada, estoy bien, cuando el ex presidente le preguntó qué le hacía falta durante uno de los aniversarios de El Colegio Nacional.
Con Fox: “Creo que fue en otro aniversario del Colegio Nacional. Pusieron a tocar a Tambuco y al presidente le dio dolor de cabeza y un ataque de tos. Yo que era más o menos el anfitrión me levanté para darle una pastilla y se arrojan sobre mí 200 guardias presidenciales que después me explicaron que el presidente no puede tomar agua ni meterse a la boca nada que no esté controlado por el Estado Mayor Presidencial.
A ver ahora cómo me va. Espero que Peña Nieto no tenga tiempo de ir al aniversario.
Y no, no piensa retirarse. Me faltan muchas cosas. Quisiera poder terminar.
*Poemas publicados con autorización de José Emilio Pacheco.”


Pero, luego, cuando vi cómo caminaba me sentí acongojado, asombrado. P?obrecito, se ve que está muy enfermo y que guarda su dolor con el júblio campechano. Y así como es la naturaleza humana, al oir en mi solitaria casa de Tajín un ritmo contagfioso me puse a bailar y no pare hasta que me llamó el deber de mi trabajo jurídico, que me está esperando en la otra máquina…

No hay comentarios:

Publicar un comentario